De Nagel a Broncano: la epistemología en tiempos de escepticismo

De Nagel a Broncano: la epistemología en tiempos de escepticismo

Hoy parece reinar un escepticismo con respecto a la razón, quizás como consecuencia de un relativismo que se ha convertido casi en un acto reflejo, al apelarse usualmente que no existe ninguna forma de juicio objetivo o que ninguna conclusión puede reclamar validez más allá de la comunidad a la cual pertenece.

Un autor que crítica estas posturas es el filósofo estadounidense Thomas Nagel, quien defiende una razón basada en métodos justificados, que aspira a alcanzar la verdad y llegar a principios que sean universales. A su juicio, razonar implica pensar de forma sistemática y contrastable, incluso cuando lo hace un relativista o subjetivista.

El concepto de subjetividad, destaca Nagel, exige siempre un marco objetivo, dentro del cual se ubica el sujeto y se describe su perspectiva especial o su conjunto de respuestas. El subjetivista no puede abandonar así completamente el punto de vista de la justificación, es decir, de búsqueda de fundamentos objetivos. El postular que todo es subjetivo o relativo implica inevitablemente lo objetivo y universal. Esto quiere decir que para replicar los cuestionamientos sobre la razón debemos necesariamente hacerlo con otros argumentos racionales.

Cualquier cuestionamiento formulado contra el razonamiento tendrá que contener su propio razonamiento, y esto, señala Nagel, solo podrá ser evaluado racionalmente, o sea, por medio de métodos que aspiren a una validez general. Esto quiere decir que la razón y la objetividad no son productos de un consenso, sino que, por el contrario, este precisamente es posible gracias a la razón. Los pensamientos lógicos simples, afirma Nagel, dominan a todos los demás, pues no hay posición intelectual alguna que podamos ocupar desde la cual sea posible someter a escrutinio esos pensamientos sin presuponerlos. Por esta razón están a salvo del escepticismo, ya que no pueden ser cuestionados sin aludir a ellos mismos.

Pero si esto es efectivamente así, ¿por qué reina hoy de igual forma el escepticismo?

El filósofo español Fernando Broncano señala que en un mundo donde predomina lo útil, no deberíamos preocuparnos un aspecto abstracto e inalcanzable como la verdad, pues los objetivos de la vida no son teóricos sino prácticos. Esto no se traduce en que debamos abandonar todo tipo de creencias, sino solo cuidarnos de no obsesionarnos con su verdad. Contrario a lo que postula Nagel, Broncano considera que no es pertinente exigirle racionalidad a los procesos de la naturaleza.

Esta actitud que defiende Broncano nos llevaría a una especia de ataraxia, es decir, a la ausencia de sufrimientos a causa de escrúpulos epistémicos. Como ya afirmaba Hume, Broncano cree que la naturaleza se ofrece como terapia a las dudas antinaturales. En este sentido, el epistemólogo (racionalista) se desvía del curso natural del pensamiento, desvío que se origina con el nacimiento de la filosofía, a través de la oposición griega entre realidad y apariencia, pretendiendo siempre trascender este último plano, para situarse así en la verdadera realidad, más allá de lo ilusorio.

Sin embargo, Broncano sostiene que la realidad no está más allá, sino que se sitúa exactamente en lo que uno percibe y vive. Las creencias deberían mantenerse confinadas a la regulación precisamente de este campo de visión y no de algo inalcanzable e impracticable, aunque cuidando de no caer en una “anorexia cognitiva”. La normatividad de las creencias se salva en base a intersubjetividades y acuerdos. De haber epistemología y racionalidad, estas siempre dependerán de las circunstancias históricas.

Eduardo Schele Stoller.

3 comentarios sobre “De Nagel a Broncano: la epistemología en tiempos de escepticismo

  1. Aunque presupongo que tal vez queda claro, solo desearía explicitar que no puede identificarse escepticismo y relativismo, en cuanto el esceptico niega que haya verdad absoluta y no reconoce más que un subjetivismo insalvable, y cuando nos referimos al relativismo estamos circunscribiendo la validez y su fundamentación a un marco cultural determiando. Esto lo considero relevante porque entiendo que hemos pasado de un relativismo a un escepticismo, que supone una actitud más radical que intenta protegerse de las falsedades voluntarias y perniciosas a las que todo individuo está sometido. Si nos hallamos en el hoyo del escepticismo es porque la impostura y el engaño han excedido los límites de lo tolerable. Una sociedad esceptica que no cree en nada como válido en sí mismo, es absolutamente subjetivista y esto es un riesgo para la construcción de cualquier tipo de sociedad. Gracias por tu artículo y disculpa la extensión de mi intervención.

    1. Considero que escepticismo y relativismo difieren claramente en sus medios, pero no en sus fines, pues ambos no consideran plausible una verdad absoluta (necesaria y universal). En este sentido, coincido en que el escepticismo puede ser un efecto más radical del relativismo, al abrazar usualmente también el subjetivismo. En cualquier caso, se termina perjudicando o imposibilitando el pensamiento o la justificación más racional de las creencias, derivando en una emocionalidad exacerbada y tolerancia extrema de los puntos de vista, ya que si no hay verdad, tampoco ha de haber falsedad. Pensemos, por ejemplo, lo que ocurre con los emergentes nacionalismos. Difícil así apelar a los consensos que espera Broncano.

      Saludos Ana, gracias por comentar.

      1. Pues sí….ese es el riesgo si no hay verdad tampoco hay falsedad…..así nos va…aunque no sostenga la verdad como algo absoluto, entiendo que es una exigencia incluso para la vida social ciertas conevnciones que nos permitan dirimir un grado de veracidad de otro…gracias Eduardo!!!!

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