Wittgenstein: Los juegos de lenguaje y el rol de la filosofía

Wittgenstein: Los juegos de lenguaje y el rol de la filosofía

Los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje hace fiesta.

El significado de las palabras, nos dice Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas, depende del uso que le demos a estas mismas, razón por la que una representación será apropiada para un dominio estrictamente circunscrito y no para la totalidad de lo que pretendemos representar. El lenguaje depende así de reglas dentro de un determinado juego, el que, a su vez, aprendemos producto de un adiestramiento desde la infancia, asociando objetos con palabras. Wittgenstein llama “juego de lenguaje” al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido, teniendo, en consecuencia, tantas funciones las palabras como funciones tienen nuestras herramientas cotidianas.

Imaginar un lenguaje, afirma Wittgenstein, significa imaginar una forma de vida, donde nuevos juegos nacen y otros envejecen y se olvidan. Para entender las definiciones dadas en el mismo, debemos presenciar el uso que se hace de las palabras, es decir, debemos mirar el juego de lenguaje, una conexión, entonces, que no es oculta o extraña. Pero de ser esto así, la labor de la filosofía se vuelve en una meramente descriptiva, pues toda oración de nuestro lenguaje estaría en orden tal como está.

De allí que Wittgenstein afirme que la filosofía es una lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio de nuestro lenguaje, el que tiende a llevarnos a un empleo metafísico de las palabras, desatendiendo a su empleo cotidiano, como si el significado fuera una atmósfera que la palabra conllevara y asumiera en todo tipo de empleo. Debemos destruir, sostiene Wittgenstein, tales castillos en el aire para dejar libre las bases del lenguaje, pues la filosofía no puede en modo alguno interferir con el uso efectivo de este; menos aun fundamentarlo. Debe dejar todo como está.

Los problemas filosóficos suelen surgir cuando nos enredamos con nuestras propias reglas. La filosofía no explica ni deduce, sino que se limita tan solo a mostrar, al no haber ya nada que explicar o develar, pues no hay nada oculto que traer a la luz. La filosofía ya no se reduce así a un solo método, sino que a muchos, los cuales cuentan como diferentes terapias. Si el lenguaje, como nos dice Wittgenstein, es un laberinto de caminos, la comprensión del mismo no es un proceso mental, ya que tales caminos se encuentran en el ámbito público y práctico, es decir, externo a la mente. Lo verdadero y falso, por ejemplo, es lo que decimos y concordamos en el lenguaje, esto es, en nuestra forma de vida.

El dolor, por ejemplo, se aprende imitando las expresiones o conductas que se le asignan. De lo contrario, destaca Wittgenstein, un niño no podría saber qué significa un dolor de muelas. Solo de lo que se comporta como un ser humano se puede decir que tiene dolor. En suma, cuando significamos algo, no es como tener una figura muerta, sino que nos dirigimos hacia aquello que significamos, siendo el lenguaje un mero instrumento para representar esto.

Eduardo Schele Stoller.

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