«El solo sentir —dijo Hamann— da a las abstracciones e hipótesis manos, pies, alas»; «Dios nos habla con palabras poéticas, dirigidas a los sentidos, no con abstracciones para los doctos»,
«Dios es un poeta, no un matemático»
A juicio del politólogo e historiador británico Isaiah Berlin (1909-1997), los mitos no son, como creen los pensadores ilustrados, falsas manifestaciones de la realidad, las cuales puedan ser corregidas por una crítica racional posterior, ya que cada cultura posee una expresión propia de sus experiencias colectivas, todos medios de expresión igualmente válidos. Por ejemplo, los mitos y poesía antigua encarnan, afirma Berlin, una visión de mundo tan auténtica como la de la filosofía griega, el derecho romano o la de la cultura ilustrada. Es bajo esta última que se ha defendido la idea de que hay solo una estructura de la realidad, la cual puede concebirse verdaderamente, mediante incluso la descripción en un lenguaje lógicamente perfecto.
Aludiendo a tesis nominalistas, Berlin se acerca a la idea que señala que toda verdad es particular, nunca general; y que, en consecuencia, la razón es impotente para demostrar la existencia de las cosas, siendo más bien un mero instrumento de clasificación de datos. El conocimiento descansaría así en la fe de la correspondencia entre teorías y hechos. Al ser los símbolos lingüísticos tan generales, impiden el acceso a la realidad, a la cual se llega mejor, según Berlin, a través de emociones y sentimientos. Es Hume quien ya ataca explícitamente la pretensión racionalista de una ruta a priori hacia la realidad, insistiendo en que todo conocimiento y creencia se basan, en última instancia, en el conocimiento de los datos obtenidos a través de la percepción directa.
El verdadero conocimiento, afirma Berlin, es la percepción directa de entidades individuales, mientras que los conceptos, sin importar cuán específicos puedan ser, nunca serán totalmente adecuados a la plenitud de la experiencia individual, ya que la lo real es individual, es decir, es lo que es en virtud de su unicidad, de sus diferencias, y no en virtud de lo que se tiene en común, lo cual es precisamente lo que las ciencias generalizadoras buscan captar.
Los sistemas, a juicio de Berlin, son prisiones del espíritu, las cuales no solo conducen a la distorsión del conocimiento sino también a la creación de monstruosas máquinas burocráticas, construidas de acuerdo con reglas que ignoran la infinita variedad del mundo vivo, el desorden y la asimetría, aspectos accesibles no por el pensar, sino por el sentir. A través de los sistemas teóricos, los seres humanos solo pueden conocer desde dentro, es decir, a través de lo que ellos mismos producen. Solo así, destaca Berlin, se hace transparente la contemplación humana, la cual se impide progresivamente cuanto mayor sea el ingrediente de la naturaleza externa. Habría así una brecha insalvable entre lo hecho por el hombre y lo natural, entre lo construido y lo dado.
Eduardo Schele Stoller.