En el ensayo “En el enjambre” (2014), Byung Chul-Han nos relata como por medio de lo digital se elimina el respeto, aspecto esencial para el desarrollo de lo público. Al exponerse lo privado, desaparece la distancia que permite tanto el respeto como el entendimiento del otro. La comunicación digital, nos dice Han, deshace las distancias, terminando por mezclar lo público y lo privado. Peor aún cuando el nombre, que es la base del reconocimiento, la responsabilidad, la confianza y la promesa, queda bajo el dominio del anonimato.
Sin identidad y reconocimiento posible, Han señala que las actuales multitudes tienden a caracterizarse por la dispersión y la fugacidad, no engendrando así ningún futuro. El enjambre digital consta de individuos aislados, sin un alma que los congregue, más allá de una concentración casual, pues carecen de un “nosotros”. Al carecer de una voz, Han nos dice que la masa solo es percibida como ruido. Esto se enmarca en la creciente tendencia al egoísmo y atomización de nuestra sociedad, decayendo, en consecuencia, todo lo que tenga que ver con lo comunitario, en lo que parece ser hasta una privatización del alma, solo primando el rendimiento y la auto explotación para lograrlo. El problema, nos dice Han, es que el espíritu se nutre del otro, esto es, de todo lo que nos ofrece resistencia por medio de la negación, el sufrimiento o el dolor. De ahí que una sociedad individualista y centrada solo en lo positivo y placentero, carecerá de una mayor conciencia y espíritu.
Pero no todo es goce, pues, como destaca Han, hoy el exceso de información nos fatiga, llegando a paralizar nuestra capacidad analítica, perturbando nuestra atención y, con esto, atrofiando el pensamiento, pues este necesita de prescindir de todo aquel material perceptual innecesario, lo que hoy, precisamente, no sabemos identificar. En lo que parece ser un círculo vicioso, los medios de comunicación fomentan la falta de vinculación, la arbitrariedad y el corto plazo. Todo lo que importa es a corto plazo.
Como ejemplo, Han refiere al pensamiento de Roland Barthes, quien describe la fotografía como una emanación del referente, siendo, por tanto, la representación su esencia, ya que nos dirige hacia un objeto real, que una vez estuvo presente. “Han salido rayos que afectan el film, por lo que la fotografía conserva las huellas cuasi materiales del referente”. Esta comunión entre fotografía y referente también viene a ser perturbada por lo digital, al poner fin al tiempo de la representación y de lo real.
Sin embargo, pareciera que nada de esto importa al habitante del panóptico digital, pues, como buen consumidor, puede comprar lo que le plazca, en lo que pareciera ser una democracia directa, independiente de cualquier responsabilidad, ideología y discurso ¿No es acaso esta la libertad del siglo XXI? Si, como nos dice Han, la teoría no es más que un constructo, un medio auxiliar, que compensa la falta de datos, hoy, al estar saturados de estos, cualquier tipo de teoría nos parece superflua, quedando así la necesidad del puro querer, la voluntad, el deseo.
Eduardo Schele Stoller.
Sigo siendo una crítica escéptica sobre la originalidad del pensamiento de Han. Siempre que leo algo -porque libros originales me coló dos, con los que comprobé que de propio no tenía nada- se dispara una eminiscencoa sospechosa que me grita: «Esto ya lo he leído». Te cito a Vattimo, Sartori, Lyotard, Livopesky, Bauman….si se ha leído a este conjunto de autores -y alguno más que seguro me dejo en el tintero- nada nuevo hay en lo que dice…y lo peor es que se lo apropia, sin citar las fuentes de las que extrae lo que no es suyo. Está muy valorado, pero sus obras son panfletos filsosóficos sin ninguna aportación original….es mi opinión-
Es difícil apelar a la originalidad en la filosofía del siglo XXI. Todo lo que se diga es trazable a los siglos previos. El camino parece ser la unión o crítica entre las diversas teorías. Coincido en que Han no reconoce explícitamente todo lo que hereda. Junto a los que ya nombraste, sumaria a Foucault, por ejemplo. Pero también le reconozco la escritura honesta, en el sentido de plasmar ideas claras y concisas. Es gracias a estos «panfletos» que la gente común y corriente puede acercarse a la filosofía. No podemos pedirles que partan por «Ser y tiempo». En este sentido, para mí Han estaría más cerca de la divulgación filosófica, labor para nada despreciable.