Sloterdijk: el caótico viaje del pensamiento moderno

Sloterdijk: el caótico viaje del pensamiento moderno

Estar en el mundo, nos dice Peter Sloterdijk, significa estar abandonado en lo oscuro, siempre y cuando nos empecinemos en salir del rango de lo aparente, pues dentro de este (el mundo de la vida) se renuncia a la pregunta a cambio de orientación en la vida. Al principio no fue la palabra, sino la desazón que busca palabras. Es de esta desazón de la que antaño buscaba salir el ser humano mediante los mitos, tratando de iluminar la oscuridad ya aludida. Si bien el mito no suprime la desazón, la hace soportable en la medida que la explica y narra las cosas del mundo, ya que cualquier historia es mejor que ninguna historia. En el mejor de los casos, nos dice Sloterdijk, el mito impide que aparezca la desazón, siempre y cuando la explicación logre anticiparse al sentimiento.

Es la expulsión del paraíso la que, desde el relato, da inicio al proceso de la libertad humana, pues abre el camino de la acción propia. Sloterdijk sostiene que es la desobediencia originaria bajo el árbol del conocimiento la que proporciona la primera prueba del despertar de las fuerzas racionales. Despojados de la pereza del paraíso buscamos luego un paraíso mejor, activo y reflexivo, accediendo ahora a él por el esfuerzo propio y mediante el uso de nuestras propias capacidades cognitivas.

En lugar del pecado original hereditario, Sloterdijk señala que en los seres humanos modernos aparece el descubrimiento de la herencia real como carga y oportunidad. Cuando el mundo moderno se hace realmente moderno adopta la forma de un experimento sobre la admisión de ambivalencias, pero reconociendo la riqueza de la vida ya no en su trascendencia (Platón), sino que en la inmanencia.

Para los verdaderos contemporáneos ser-moderno consiste en fundirse con la movilización; ya no solo debe estar ebrio el marinero, sino que toda la embarcación. Este navegar nos ha liberado de la carga del origen, no solo abriendo caminos nuevos, sino que también permitiendo ir socavando otros a la medida que avanzamos. Pero este viaje se realiza a costa de poder comprender y controlar buena parte del paisaje. Se comienza a entender, advierte Sloterdijk, que el caos es la regla de la que el orden es la más improbable de las excepciones. Como pensaba Neurath, parecemos condenados a rehacer en mar abierto el barco de la civilización moderna sin poder llevarlo nunca a un dique para una revisión completa. Percibimos síntomas de que el barco, reparado frenéticamente, se desmantela por sí mismo en plena navegación. De allí que no parezca prudente trazarse metas o destinos muy lejanos.

Quizás por lo anterior es que Sloterdijk considera razonable pasar de imágenes náuticas a aeronáuticas: de una navegación sin diques a una aviación sin pistas de aterrizaje. El «curso del mundo», advierte, se asemeja a la caída controlada hacia delante, que entre pilotos se llama volar. Pero a estos vuelos contemporáneos les está prohibida la idea de aterrizaje, y parece, además, no haber mitos para amortiguar nuestra necesaria caída.

Eduardo Schele Stoller.

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