Si buscamos filósofos consecuentes, el alemán Philipp Mainländer (1841-1876) deber ser el que encabece todos los rankings, pues llevó su pesimismo radical a las últimas consecuencias, suicidándose un día después de que se publicara su principal obra Filosofía de la redención (1876), cuando solo tenía 34 años. En ella, defiende que la verdadera filosofía debe ser puramente inmanente, es decir, tanto su materia como su límite deben ser el universo físico. Además, señala que la filosofía debe explicar el universo a partir de principios que puedan ser reconocidos por cada ser humano, no invocando poderes transmundanos ni terrenales cuya esencia no fuese reconocible por algún rasgo cognitivo. La verdadera filosofía no sobrepasa así al sujeto cognoscente, independiente de la mirada de quien las observa o la mano de quien las palpa.
Estas limitaciones pasan por la muerte de Dios, unidad simple que, según Mainländer, ya no existe más, al haberse fragmentado, transformando su esencia absoluta en el universo de la multiplicidad. Con su muerte, tenemos ahora un campo inmanente en el cual ya no habita fuerza alguna. Ya no estamos más en Dios, porque la unidad simple que este representaba se ha destruido. Por el contrario, señala Mainländer, estamos en un universo de la multiplicidad, en donde los individuos se han unido a una sólida unidad colectiva. Pareciera que luego de esto la sabiduría humana tuviese aquí un final y que la desintegración de la unidad en la multiplicidad fuese insondable.
Pero no estamos, a su juicio, en situación de completo desamparo, pues, al menos, somos conscientes de la desintegración de la unidad en la multiplicidad, de la transición de lo trascendente a lo inmanente, de la muerte de Dios y del nacimiento del universo, y algo podemos hacer al respecto. No obstante, al reinar en nosotros la reflexión, el miedo a la muerte aumenta considerablemente en proporción al resto de los animales, y, con esto, aumenta en consecuencia su amor por la vida. De la mano de la reflexión contemplamos tanto el pasado como el futuro, abarcando así infinitamente más peligros que el animal, en forma de riqueza, honor, poder, fama, etc. La razón reflexiva, señala Mainländer, multiplica nuestros impulsos, los aumenta y nos hace meditar sobre los medios para su satisfacción. La razón hace de la satisfacción, artificialmente, un goce en extremo refinado. De allí que la muerte pase a ser detestada y derive en una angustia constante.
Pero, por otro lado, Mainländer afirma que la conciencia nos devela que es mejor no ser que ser, pues la vida es, a su juicio, el infierno, siendo la dulce y plácida noche de la muerte absoluta su aniquilación. De allí que nos proponga en vida aferrarnos a la virginidad o castidad como medios de favorecer la muerte absoluta, esto es, la plena y total redención de la existencia. Por medio de la asistencia del placer sexual nos liberamos del renacimiento, siendo la redención la dulce recompensa. Se trata de romper con esto la larga cadena del sufrimiento de la evolución. Otro medio que propone Mainländer, al igual como hizo Schopenhauer, es la adopción de la conducta misericordiosa, pues de esta forma debilitamos nuestra voluntad, esto es, nuestro natural egoísmo. Si bien la voluntad solo alcanza en su muerte la redención, en vida al menos puede servirse de la filantropía y la castidad. Así es que nuestra razón, con inteligencia, puede volver cada vez más pequeña la llama ardiente de la voluntad.
Y es que la vida en realidad para Mainländer es tan solo un medio para la muerte. Nuestra vida es una lenta agonía para la misma, es por esto que mientras el bruto quiere la vida, prolongando el tormento, el sabio desea la muerte, pues es consciente de que la vida es esencialmente desdicha y de que más allá del mundo no hay ni un lugar de paz ni un lugar de tormento, sino solo la nada, pues allí la voluntad está aniquilada por completo. El símbolo de la filosofía de la redención señala Mainländer, no es el redentor crucificado, sino el ángel de la muerte con ojos grandes, plácidos y clementes. La filosofía sustituye así a la religión, si es que llega a introducir sus máximas en los estratos más bajos del pueblo.
Eduardo Schele Stoller.
Entendida la filosofía como: «La forma o manera de llevar la vida», ¿La muerte no es parte de esa filosofía? ¡La muerte solo existe si existe la vida. Así; la vida es reflexión, es razón, es muerte, es filosofía! Al final, la muerte es razón de ser de la vida.
¡Me encantó!
No lo conocía a este filósofo. Me apasiona el pesimismo, es como ver el alma atormentada en carne propia de un ser tan terrenal como lo es un filósofo. Simplemente sublime.
Por cierto, ya que estamos, escribí una entrada sobre Michel Cioran, por si te interesa también.
Reblogueó esto en FILOSOFIA DEL RECONOCIMIENTOy comentado:
ESTUDIOS CAVERNARIOS Eduardo Schele Stoller, vale la pena el blog entero!!!!
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