A principios de la década de 1990, Fukuyama anunció el «fin de la historia». Para respaldar esta idea, se basó en la noción de la historia de Hegel, quien afirmaba que el ser humano es producto de su entorno social, el cual está regido por contradicciones que impulsan la historia y que existen principalmente en la esfera de la conciencia humana, es decir, en el ámbito de las ideas. Estas visiones amplias y unificadoras del mundo se conocen como «ideologías». Según Fukuyama, son estos aspectos y no las fuerzas materiales los que marcan cada época.
Fukuyama sostiene que las raíces del comportamiento económico se encuentran en el ámbito de la conciencia y la cultura. La respuesta a esta cuestión debe buscarse en la conciencia de las élites y los líderes que los gobiernan, ya que son ellos quienes optan por ciertas formas de vida. Según Fukuyama, la sociedad humana puede construirse en torno a cualquier conjunto de principios, sin importar su relación con el mundo material. Los seres humanos han demostrado ser capaces de soportar extremas penurias materiales en nombre de ideales que existen únicamente en el ámbito del espíritu.
El fin de la historia implica que ya no hay contradicciones fundamentales a nivel ideológico, ya que, según Fukuyama, no parece haber una alternativa viable al liberalismo. Los principales desafíos que se le oponían, como el fascismo y el comunismo, ya no representan una contraposición real, a pesar de que muchas guerras y revoluciones del siglo XX se libraron en nombre de estas ideologías. Con la erradicación del marxismo-leninismo en China y la Unión Soviética, la ideología que los representaba perdió importancia histórica y global.
Sin embargo, Fukuyama advierte que el fin de la historia será un momento triste, ya que dejaremos atrás la audacia, el coraje, la imaginación y el idealismo propios de la lucha ideológica. Todo esto será reemplazado por el cálculo económico, la resolución interminable de problemas técnicos y la satisfacción de las sofisticadas demandas de los consumidores. Incluso peor, en el período posthistórico, según Fukuyama, no habrá arte ni filosofía, solo la perpetua conservación del museo. En línea con la concepción dialéctica, la reflexión parece necesitar de la oposición, ya que no solo pensamos desde algo, sino, sobre todo, contra algo.
Eduardo Schele Stoller.
*Reseña de la obra El fin de la historia y el último hombre (1992).