En su estudio sobre el mito griego de Narciso, Louis Lavelle señala que para conocernos a nosotros mismos debemos regresar a nuestro pasado, es decir, a un ser que ya no somos. Sin embargo, vivimos constantemente enfocados en un futuro en el que aún no estamos. Esto se debe a que Narciso no puede dejar de contemplarse y pensar en sí mismo, negándose a dejar de convertir un manantial en una fuente para su propia contemplación, tratando de disfrutar de su propia historia antes de que esta haya concluido.
Según Lavelle, Narciso es castigado por querer contemplar su ser antes de haberlo construido, anhelando encontrar en sí mismo una existencia que solo será real cuando la haya ejercido. Narciso se conforma con esta posibilidad y la convierte en una imagen engañosa, estableciendo su morada en ella en lugar de hacerlo en su propio ser. Su mayor error radica en creer que su apariencia se corresponde con su verdadero ser, algo que solo se logra al avanzar en la vida. Solo mirando hacia atrás podemos medir el camino recorrido y descubrir la huella de nuestros pasos. La fuente en la que Narciso se contempla debería ser visitada al atardecer y no al amanecer, de lo contrario, solo nos uniremos a lo que es aparente.
Lavelle también destaca que Narciso busca el milagro de convertirse en un ser que pueda ser visto por otros como alguien distinto a él. Es el deseo de amarse a sí mismo de la misma manera que otro podría amarlo, lo que lo lleva a intentar conocer la apariencia que proyecta de sí mismo hacia los demás. ¿Cómo puede verse a sí mismo si no es transformándose en lo que es visto y de lo que está ausente? Es necesario abandonarse para poseerse, ya que el conocimiento no puede poseer la existencia de aquello que conoce. Pero Narciso quiere unir el ser y el conocer en un solo acto de su espíritu.
Lavelle nos dice que el deseo de Narciso es ser él mismo el amante y el objeto amado, es decir, reunir en sí mismo dos actos que se oponen. El crimen de Narciso radica en preferir su imagen antes que a sí mismo, ya que obsesionarse con poseerse como si fuera otro sería imposible y significaría su propia muerte.
Eduardo Schele Stoller.
*Reseña de la obra El error de Narciso (1939).