Según Eduard von Hartmann, la belleza se encuentra en combinaciones específicas de luz, color, tonalidad y sonido. Esto significa que la belleza no puede existir independientemente de nuestra percepción. Lo que es bello no es la obra de arte en sí misma, sino el fenómeno subjetivo que se encuentra en la conciencia del artista o del observador. Depende del artista crear cosas que, aunque no sean inherentemente bellas, sean capaces de evocar percepciones bellas en personas con una organización humana normal.
Aunque la belleza, para von Hartmann, reside exclusivamente en el fenómeno subjetivo como contenido de la conciencia, la cualidad de ser bello no depende únicamente de la actividad preconsciente del sujeto que lo produce, sino de la forma y la manera en que la cosa en sí misma determina esa actividad. Lo bello como fenómeno subjetivo no es unilateralmente producido por la cosa o el contemplador, sino que es el resultado de ambos factores. Por lo tanto, valoramos una pintura o una escultura en función de su capacidad para sugerirnos la sensación de belleza.
Según von Hartmann, lo bello siempre reside en la apariencia, ya sea en la apariencia sensorial o en la apariencia imaginativa, y por lo tanto, radica siempre en el fenómeno subjetivo. Lo bello es puramente ideal y su realidad es solo la realidad ideal de un contenido de conciencia percibido efectivamente. Sin embargo, von Hartmann destaca que solo nuestros sentidos en los que es posible separar psicológicamente el fenómeno subjetivo de la realidad que lo suscita (vista, oído) son capaces de producir percepciones bellas. Los sentidos inferiores, cuyas percepciones son inseparables de la realidad, solo nos permiten disfrutar de lo agradable, pero no de lo bello.
Solo la reproducción imaginativa de sabores, olores y sensaciones sensoriales tiene la separabilidad de la realidad que les permite ser consideradas como parte de lo bello. Lo bello se relaciona con los sentidos superiores, pero esta apariencia estética es puramente ideal y no tiene nada que ver con la realidad, ya que es simplemente un contenido de la conciencia, una expresión simbólica de un contenido anímico o espiritual. Lo bello se desliga de cualquier realidad concreta del contenido expresado y lo presenta como algo puramente ideal, hipotético o posible.
Dado que la apariencia estética y su contenido son puramente ideales, von Hartmann argumenta que la estética también debe ser puramente idealista y prescindir de una esencia o un fundamento realista. La apariencia estética solo será verdadera si se mantiene como una apariencia pura, lo cual solo ocurre cuando el observador se olvida de sí mismo y se sumerge o se pierde en su interior.
En resumen, lo bello no se puede alcanzar a través de la reflexión, sino solo a través de una percepción despojada de elementos teóricos. Lo sorprendente no es que la belleza exista, sino que ciertas cosas o fenómenos nos parezcan hermosos. Esta posibilidad no radica principalmente en lo externo, sino que viene predefinida en nosotros mismos, como diría Kant con la dimensión de lo a priori. La condición de posibilidad de lo bello se encuentra en la percepción idealizada o simbólica del sujeto.
Eduardo Schele Stoller.
*Reseña de la obra Filosofía de lo bello