Lévinas se pregunta si el desapego del mundo siempre implica ir más allá, hacia la región de las ideas platónicas y lo eterno que domina el mundo. Él relaciona este ir más allá con la comunicación de ideas y la comprensión. Sin embargo, ¿es posible hablar de un desapego de lo que está aquí y ahora? El arte proporciona una alternativa, ya que a través de él no se busca comprender. Según Lévinas, el artista conoce y expresa la oscuridad misma de lo real, pero describe el trato con lo oscuro como un evento ontológico independiente de las categorías del conocimiento.
El arte no conoce una realidad particular, sino que es el acontecer mismo del oscurecimiento, como un atardecer o una invasión de sombras. A diferencia del conocimiento iluminador, el arte no pertenece al orden de la revelación. El procedimiento más básico del arte consiste en sustituir un objeto por su imagen, no por un concepto. El desinterés de la visión artística significa precisamente una ceguera ante los conceptos.
La imagen no genera una concepción, como ocurre con el conocimiento científico y la verdad. En cambio, señala una profunda pasividad. Lo que aparece con la imagen es la sensación pura, que es una función propia de la sensibilidad y no un residuo de la percepción. El arte consiste en sustituir el ser por la imagen, desencarnando así la realidad y convirtiendo el objeto representado en no objeto.
Lévinas destaca que el arte está esencialmente descomprometido y permite experimentar el placer estético de manera corriente y banal. Esto es una de las razones por las que el arte es valorado: por su irresponsabilidad, ligereza y gracia. Según Lévinas, disfrutar de una novela o de un cuadro significa no tener que concebir, renunciar al esfuerzo de la ciencia, la filosofía y la acción. Ante tales obras, no es propicio hablar ni reflexionar, sino simplemente admirar en silencio y en paz. Por esta razón, se considera que el goce artístico siempre tiene algo de malo, egoísta y cobarde.
Eduardo Schele Stoller.