Marinetti: el futurismo presente

Marinetti: el futurismo presente

Hace más de un siglo, Filippo Marinetti propuso el futurismo, cuyos postulados han sido materializados en nuestro actual modo de vida. Al evaluar algunos de sus principales planteamientos, como la eliminación de la tradición, la rebelión contra el culto al pasado y la tiranía de las academias, los museos y el reinado de los profesores, arqueólogos y anticuarios, encontramos reflejada la cultura contemporánea que adora la inmediatez y lo nuevo.

Marinetti sostenía que un buen futurista debía ser descortés veinte veces al día y renegar del deseo imperioso por salvar las apariencias y la manía por la etiqueta, el bien parecer y los prejuicios de toda clase. El futurismo defiende la inquietud continua y el progreso indefinido a nivel fisiológico e intelectual, cuyo medio preferente es la guerra, pues busca arrancar y quemar las raíces más profundas del árbol social.

Por ejemplo, uno de sus ataques se dirige hacia el amor, al cual desprecia por ser algo no natural. Para Marinetti, el amor es solo un producto literario, una invención de los poetas que quedará reducido a la simple copula para la conservación de la especie, quedando el contacto libre de todo misterio, pecado y vanidad donjuanesca. Pasará a evaluarse por lo que es, una función corporal sencilla, como el comer y el beber.

El futurismo odia a los maestros simbolistas del pasado, quienes abrigaban la pasión por las cosas eternas y la obra maestra inmortal e imperecedera. Ante esto, Marinetti proponía enseñarnos a amar la belleza de una emoción o de una sensación, el único aspecto realmente valioso, ya que tales experiencias son únicas y están destinadas a desvanecerse irreparablemente. Para Marinetti, el pasado es necesariamente inferior al futuro.

El futurismo se centró en lo venidero, con la necesidad de superar el pasado y su presente adorador de la tradición. Pero hoy en día, este ideal ya se ha logrado, por lo que ya no hay por qué inquietarse. Perdido el simbolismo y sus adoradores, solo queda la experiencia presente. Todo ideal de trascendencia queda vetado, de allí la distinción que los futuristas hicieron con el ideal de superhombre nietzscheano. El hombre futurista es enemigo del libro, amigo de la experiencia personal, discípulo de la máquina, cultivador encarnizado de su voluntad, adorador de lo ligero, lo práctico, lo efímero, lo veloz y lo funcional. ¿No son acaso todas estas características parte de nuestra vida cotidiana?

Eduardo Schele Stoller.

 

 

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