Onfray y la filosofía de los cínicos

Onfray y la filosofía de los cínicos

Michel Onfray admira a Diógenes como maestro, pero uno que se niega a ser considerado como tal, que no ordena y no busca ser obedecido. Libre de prejuicios y no esclavo de nada ni de nadie, Diógenes fue un filósofo que desenmascaró las ilusiones: vivía en un tonel, se masturbaba y pedorreaba en público, y valoraba solo el control sobre sí mismo, como lo demostró con su famoso desaire a Alejandro Magno, lo que le permitió alcanzar la libertad.

Las diversas anécdotas en las que Diógenes se vio envuelto nos muestran que su principal objetivo era provocar la inquietud. Como afirmó: «¿De qué sirve un hombre que ha pasado todo su tiempo filosofando sin jamás inquietar a nadie?» Los filosos dardos de Diógenes se dirigían a aquellos llenos de certezas, a los clones que piensan como su tribu.

El perro se convirtió en el símbolo de su escuela. Onfray se refiere a aquellos perros que muerden en los tobillos a los distraídos, amigos y enemigos por igual. A aquellos que, despreocupados por las convenciones, les ladran a los ídolos adulados por la mayoría. Los mastines, dogos y pit-bulls representan este espíritu, contrario a los yorkshires kantianos, pekineses tomistas y falderos hegelianos. Estos, junto a muchos otros filósofos, nos han vestido de ilusiones, mientras que lo que se trata es despojarnos de ellas.

Platón también utilizó la analogía del perro para describir el trabajo del filósofo, pero a diferencia de Diógenes, lo comparó con un perro manso con los conocidos y hostil con lo desconocido. Esta actitud corresponde a la del guardián del conocimiento, según Platón. Sin embargo, para los cínicos, esto es un error. El filósofo no puede ser el guardián de un conocimiento o una sabiduría, sino que debe ser un amante del aprendizaje y la sabiduría, no de la verdad en sí misma. Si el filósofo fuera un amante de la verdad, el aprendizaje perdería su sentido.

El carácter crítico es lo que distingue a la filosofía cínica. Esta corriente es más hostil con lo conocido que con lo desconocido. Mientras desconfía de aquellos que quieren limitarla, es acogedora con lo nuevo y lo desconocido, lo extranjero. Por lo tanto, es el opuesto al perro sumiso que se encuentra en casa. El filósofo cínico busca pero evita establecerse. Es un vagabundo epistemológico, un perro callejero que busca inquietar y morder la mano de aquel que le da de comer.

Eduardo Schele Stoller.

 

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