La palabra «utopía», señala Lewis Mumford, hace referencia a la esperanza humana por alcanzar los sueños de perfección en la tierra, reinventando nuestro entorno, las instituciones y nuestra propia naturaleza imperfecta. Esto supone entonces una crítica implícita a la civilización que le sirve como trasfondo.
Bajo la utopía se sustenta la idea de que cualquier comunidad posee, además de sus instituciones vigentes, toda una reserva de potencialidades, de posibles mutaciones que abren el camino a futuros desarrollos, esto es, múltiples alternativas al sendero por el que de hecho se ha encaminado, así como una multitud de fines posibles además de aquellos que resultan inmediatamente visibles.
Las utopías presentan así alternativas ante un orden establecido, haciéndonos el mundo más tolerable. Pero a pesar de que en principio nuestras ideas tienen la libertad de llevarnos, al menos a través de la imaginación, donde queramos, puede ocurrirles que estas tomen las características del mundo físico volviéndose definitivas e ineludibles. Por ejemplo, la idea de que el mundo era plano fue durante gran tiempo más importante que el hecho de que este en realidad fuese redondo. Una idea, destaca Mumford, puede convertirse en un hecho sólido mientras la gente regule sus acciones conforme a ella.
Una de las funciones de la utopía es precisamente escapar a este dogmatismo que pueden llegar a tener las creencias. La utopía puede mostrarnos caminos alternativos, escapatorias ante las miserias de nuestras vidas. Sin los utopistas del pasado, nos dice Mumford, los hombres todavía vivirían en cavernas. Si los sueños generosos producen realidades benéficas, la utopía se constituirá el principio de todo progreso.
Nuestra época, por tanto, puede entenderse como fruto de los grandes ideales del pasado. Ya en sus mentes, nuestros antecesores concibieron el mundo en el que vivimos ¿Qué podemos esperar para el futuro si ya no hay grandes utopías? Las últimas décadas han estado marcadas más bien por diversos tipos de “distopías”. La disconformidad con lo existente no nos ha hecho imaginar algo mejor, algo superior, sino que en nuestras mentes hemos previsto un futuro catastrófico, cruel e incierto, un pesimismo crónico que nos impide ver un futuro esplendor. Esperemos que todo esto no sea un sueño premonitorio.
Eduardo Schele Stoller.