John Stuart Mill: poder y libertad

John Stuart Mill: poder y libertad

En la filosofía de John Stuart Mill encontramos uno de los primeros fundamentos modernos de las libertades individuales, al defender que tenemos derecho a actuar conforme a nuestra voluntad, siempre y cuando nuestras acciones no perjudiquen a los demás (principio del daño). Sobre sí mismo (cuerpo y espíritu) el individuo debiese ser siempre soberano.

La ética no se fundamentará así en intereses ajenos a la utilidad humana, tales como dioses o ideologías que releguen al hombre a un segundo plano. Ninguna ideología puede erigirse por sobre el interés individual, pues ninguna creencia es absolutamente cierta. Lo verdadero en ellas Mill lo relaciona con la utilidad que le pueda brindar al individuo en su desenvolvimiento para la vida. En este sentido, es esencial la libertad para poder interpretar, contradecir y desaprobar una opinión. Para Mill, ninguna creencia que no sea verdadera puede ser útil.

Si un individuo adhiere a una creencia, que sea producto de su elección y no de una imposición por la tradición imperante. Que la ideología se adapte a sus circunstancias y carácter, no al revés. La naturaleza humana, llegó a señalar Mill, no es una máquina que se construye según un modelo y dispuesta a hacer exactamente el trabajo que le sea prescrito, sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos lados, según las tendencias de sus fuerzas interiores, que hacen de él una cosa viva.

Así como no hay un árbol exactamente igual al otro, no podemos adoctrinar a los individuos como si todos fuesen iguales. Debe promulgarse por tanto no solo la libertad, sino que también la variedad. Mill ya era consciente que en su época la gente tendía a leer, oír y ver las mismas cosas. A ir a los mismos sitios, teniendo los mismos objetos de esperanza y temores. La humanidad, afirma Mill, se hace incapaz de concebir la diversidad cuando durante algún tiempo ha perdido la costumbre de verla.

Pero Mill no se limita a reafirmar la libertad individual, sino que también promueve la libertad institucional, al criticar, por ejemplo, las restricciones al comercio o a la producción. Toda coacción, afirma Mill, es un mal. Al hablar de educación Mill defiende que esta no debe ponerse en manos del Estado, en vista de asegurar la diversidad en la misma y evitando, por tanto, moldear al pueblo haciendo a todos exactamente iguales. La idea es evitar que a través de este mecanismo se busque satisfacer el poder dominante en el gobierno, en desmedro de, como hemos visto, las libertades individuales.

Eduardo Schele Stoller.

 

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