Para el escritor francés George Bataille el erotismo tiene como principio rector la violencia y la destrucción de aquello que se desea, mostrando siempre a través de su juego una cierta fascinación por la muerte, al pretenderse la disolución de las formas que lo constituyen.
No obstante, Bataille advierte que esto no significa que esté condenada, como señalara Sade, a desaparecer, sino que esta es solo cuestionada, perturbada o alterada, pues lo que se busca también en el erotismo es la continuidad en el ser amado, al cual, por lo mismo, puedo consumir, pero no aniquilar. Sin embargo, Bataille reconoce que la naturaleza misma es violenta. Hay en ella un impulso que siempre excede los límites. Hay un exceso irresistible en la humanidad que la impulsa a destruir. Un deseo de consumar y arruinar sin utilidad ni subordinación a resultados ulteriores. Esto ha logrado ser reducido en parte por el dominio del trabajo y sus prohibiciones, las que responden a la necesidad de expulsar la violencia fuera del curso habitual de las cosas.
Todo hombre, sostiene Bataille, dispone de una cantidad limitada de energía, por lo que si dedica una parte de ella al trabajo, le falta para la consumación erótica, la cual se ve así disminuida. La animalidad o exuberancia sexual es en nosotros aquello por lo que no podemos ser reducidos a cosas. Cuanto más humanizados los hombres más reducida su exuberancia. Hay entre la conciencia (ligada al trabajo) y la vida sexual una incompatibilidad.
Pero como para Bataille la vida es un exceso, la crueldad y el erotismo se constituyen como transgresiones constantes de lo prohibido. Así, el objeto que deseamos más ardientemente es el más susceptible de arrastrarnos hacia gastos frenéticos y arruinarnos. Los hombres buscan las mayores pérdidas y peligros. En el trance de la fiebre sexual gastamos nuestras fuerzas sin mesura. Dilapidamos sin provecho recursos. Esto genera, afirma Bataille, felicidad, contrario a la tradición que inculca incrementar y cuidar los recursos.
Aquí también juega un rol el otro, ya que, por ejemplo, mediante la solidaridad hacia los demás se le dificulta al hombre ejercer una actitud soberana. Como ya ha señalado Nietzsche, Bataille también considera que el respeto del hombre por el hombre nos introduce en un ciclo de servidumbre. Ante esto, la apatía es el espíritu de negación aplicado al sujeto que ha elegido ser soberano. Es causa y principio de la energía. Mediante la fiesta o la plenitud del goce sexual, se produce la transgresión y con esta se experimenta un sentimiento de libertad.
En este marco, la filosofía juega un rol importante al ser concebida en dos sentidos; como trabajo y transgresión. La filosofía, en cuanto labor especializada, es un trabajo, que, como tal, cuenta como un alejamiento de la vida. Por otro lado, una filosofía transgresora es aquella que sustituye el lenguaje por una contemplación silenciosa, lo que contribuye a la revelación de la unidad del ser, pues el momento supremo se da en el silencio y es en el silencio donde la conciencia se oculta.
Eduardo Schele Stoller.