Para el Wittgenstein del Tractatus, el mundo es todo lo que es el caso, con lo que se refiere a hechos en el espacio lógico. El hecho es el darse efectivo de estados de cosas. Estos últimos, independientes entre sí, representan conexiones de objetos. El darse de un estado de cosas se entiende como un hecho positivo, los cuales representan el mundo. Estos, junto al no darse de estados de cosas (hechos negativos) conforman, a su vez, la realidad.
Ahora bien, el objeto, que es simple, forma la sustancia del mundo. Esta nos permite crear figuras de los hechos, las que, por tanto, representan estados de cosas en el espacio lógico, los que se constituyen como modelos de la realidad. Esta representación se logra por la forma de figuración, la que viene dada por la interrelación de los elementos de la figura y la posibilidad de que las cosas se interrelacionen al igual que los elementos de esta, enlazándose así con la realidad.
Es mediante estas coordinaciones que los elementos de la figura tocan la realidad. De ser así, en la figura y en lo figurado debe haber algo idéntico, esto es lo que Wittgenstein denomina la forma lógica de figuración. La figura representa así un posible estado de cosas en el espacio lógico, pudiendo concordar (verdad) o no (falsedad) con la realidad, representando así su sentido.
Las figuras representan sus objetos desde fuera. Pero la figura no puede figurar su forma de figuración de la misma manera, ya que, para esto, debería situarse fuera de su forma de representación. La proposición así no puede representar la forma lógica, ya que, de lo contrario, deberíamos situarnos con la proposición fuera de la lógica, es decir, del mundo. La proposición solo puede mostrar la forma lógica, la cual es reflejada en ella. Lo mostrado así no puede ser dicho.
El pensamiento es la proposición con sentido, si la proposición es una figura de la realidad, esto es, si describe un estado de cosas. La posibilidad de crear estos símiles viene dada por la lógica de la figuración, que da cuenta de una conexión entre la proposición y el estado de cosas. Pero la proposición puede representar el darse como así también el no darse efectivo de los estados de cosas. La totalidad de las proposiciones verdaderas es la totalidad de las ciencias naturales. La filosofía es para Wittgenstein una actividad, cuyo objetivo es la clarificación lógica de los pensamientos, lo pensable de lo impensable, delimitando así también el ámbito de la ciencia natural.
A juicio del autor, los límites del lenguaje significan los límites del mundo, límites que no pueden ser rebasados por la lógica, ya que no podemos decir lo que no podemos pensar. Es a raíz de esto que el sentido del mundo tiene que residir fuera de él, pues en el mundo todo es como es, dejando fuera cualquier tipo de valor. En consecuencia, no puede haber en él proposiciones tales como las de la ética. La ética es así también trascendental. Lo místico no radica en cómo es el mundo, sino en el que este mismo sea. Lo místico es el sentimiento del mundo como un todo limitado.
Wittgenstein advierte que una respuesta que no puede expresarse tampoco cabe expresar la pregunta. Según esto, el escepticismo es absurdo, puesto que duda donde no se puede preguntar. De allí que afirme que el enigma no existe. Sobre los problemas vitales del hombre ya no queda pregunta alguna, y esta es precisamente la respuesta. Es así como la solución al problema de la vida se basa en la desaparición de este problema. Esto no quiere decir que lo inexpresable no exista, sin embargo, esto es algo que solo se puede mostrar, y esto es precisamente lo místico. Esto se relaciona con el método correcto de la filosofía; no decir más que lo que se puede decir. Como vimos, esto tiene que ver con las proposiciones de la ciencia natural, es decir, algo que no tiene que ver con la filosofía.
Quien haya entendido las proposiciones del Tractatus reconocerá finalmente que estas son absurdas, cuando a través de ellas ha salido de ellas. Esto es como arrojar la escalera después de haber subido por esta, ya que se tienen que superar estas proposiciones para ver correctamente el mundo. De lo que no se puede hablar, nos termina señalando Wittgenstein, hay que callar. Pero, como hemos visto, para formular todo esto, tuvo que decir aquello que no debía decir.
Eduardo Schele Stoller.