La ética según Wittgenstein

La ética según Wittgenstein

En su Conferencia sobre Ética -dictada en el año 1929 en Cambridge- Wittgenstein realiza duras críticas a una posible constitución de la ética como disciplina científica. Veremos que estas acusaciones están enmarcadas en el contexto de su primer periodo de pensamiento, más cercano al positivismo lógico.

Wittgenstein sostiene allí que “todos los juicios de valor relativos son meros enunciados de hechos” y que “ningún enunciado de hecho puede nunca ser ni implicar un juicio de valor absoluto”, reafirmando así la clásica división positivista entre hechos y valores. Esta distinción ya la podemos encontrar en David Hume, en lo que se desprende de la falacia naturalista, la que sostiene que de la descripción de la realidad no podemos inferir una prescripción, esto es, del ser un deber ser.

Aquello que consideramos como “bueno” o como “malo” no corresponde a cualidades del mundo externo, sino que a meros atributos de nuestros estados mentales. Una cosa es un hecho y otra un valor. Los hechos, en sí mismos, no son entonces ni buenos ni malos, sino que esto último dependerá de una valoración relativa al sujeto. No puede haber entonces valores objetivos o universales mediante los cuales nos debamos regir.

Lo anterior conlleva a que las expresiones éticas hagan un mal uso del lenguaje, similar al de la religión, ya que ambos se basan en símiles. El problema surge al constatar que el símil empleado, en estricto rigor, no es símil de nada. No hay ningún hecho que sustente las expresiones éticas de, por ejemplo, “bondad”, “maldad” o “justicia”, en buena medida porque por definición un hecho no puede nunca sustentar un valor. De allí que las conceptualizaciones ético-religiosas carezcan de sentido, al intentar ir más allá del mundo, entendido este como los límites que establece nuestro propio lenguaje. Bajo esta lógica, para Wittgenstein la ética nunca podrá ser una ciencia. Y es que, según el criterio empirista del significado, todo aquello que se quiera decir con sentido sobre el mundo, tiene que estar sustentado a su vez en determinados hechos del mundo.

El problema aquí expuesto se centra en lo teórico. No obstante, se olvida que la ética surge más bien por necesidades prácticas y que se aplica independiente de la solidez de su fundamentación. En efecto, la gente tiende a comportarse éticamente, desconociendo en su mayoría el fundamento o el porqué de sus valoraciones, ya que, en la práctica, la ética hace caso omiso a los problemas teóricos de su fundamentación. En este sentido, la ética seguirá vigente, debido a nuestra necesidad de valorar los fenómenos, aunque la mayoría de las veces ignoremos sus fundamentos.

Eduardo Schele Stoller.

 

 

 

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