Según Séneca, el mero aspecto de una persona en medio de una crisis de ira es suficiente para convencernos de que ha perdido la razón. La ira, considerada la peor plaga que ha afligido a la humanidad, ha sido responsable de incontables tragedias, desdichas y sufrimientos. Esto sucede cuando la pasión perturba y suprime la razón.
Cuando permitimos que las pasiones dominen nuestro espíritu, perdemos el control y nos vemos arrastrados hacia el abismo. Desde entonces, son ellas las que guían nuestra vida, sofocando cualquier posibilidad de grandeza y espiritualidad.
Séneca sostiene que los espíritus propensos a la ira son el resultado de una crianza indulgente y poco disciplinada en la infancia, lo que no les permite desarrollar estrategias para enfrentar la frustración en la edad adulta. También influye la situación económica, ya que cuanto mayor es la riqueza, mayor es la inclinación hacia la ira. Aquellos que tienen mayores expectativas en la vida tienden a sentirse agraviados por trivialidades. Según Séneca, nada alimenta la ira más que la opulencia excesiva y caprichosa.
Otro factor que influye en el surgimiento de la ira es la suspicacia respecto a las intenciones de los demás. En este sentido, Séneca nos aconseja siempre tomarnos un momento para evaluar cada situación con buen juicio. Tanto si creemos que alguien busca hacernos daño como si sentimos que hemos sido tratados injustamente, es fácil dejarse llevar por la rabia. Sin embargo, la mayoría de las veces estas suposiciones carecen de justificación, lo que sugiere que la ira suele originarse por arrogancia al exagerar nuestra importancia ante los demás.
Aunque es cierto que alguien pueda tener la intención de hacernos daño, según Séneca, no debería sorprendernos. Debemos recordar que incluso las mejores personas tienen un lado oscuro, ya que la naturaleza humana no está exenta de pensamientos traicioneros, ingratitud, avaricia y malas intenciones. Es importante aceptar que siempre puede surgir algo que nos moleste. En este sentido, la ira también surge de la ignorancia.
En muchas ocasiones, la mejor estrategia no es buscar venganza por una ofensa, sino fingir que no ha ocurrido. El conflicto llega a su fin cuando una de las partes cede en su postura. Las emociones son saludables y poderosas cuando están bajo control consciente. Si deseamos vivir en paz, debemos apartarnos del ajetreo de la vida cotidiana, ya que este genera una serie de obstáculos y contratiempos que suelen desembocar en frustración, alimentada por nuestras expectativas poco realistas.
Finalmente, Séneca nos aconseja rodearnos de personas pacíficas y optimistas, ya que, dado que ciertos hábitos se adquieren por imitación, nos insta a alejarnos de aquellos ansiosos y deprimidos. Debemos evitar a quienes nos alteran. Todo esto requiere un mayor grado de conciencia sobre nuestras emociones para intervenir antes de que se intensifiquen y nos dominen por completo. Sin embargo, también debemos aprender a ignorar parte de lo que nos rodea. Como dice Séneca:
“Si no te empeñas en verlo ni oírlo todo, muchas ofensas te pasarán inadvertidas; lo que ignoras no puede afectarte. Para no dejarte dominar por la ira, evita la curiosidad. Los que indagan qué se dice de ellos, los que tratan de averiguar las maledicencias, incluso si son secretas, son responsables de su propio malestar”.
Eduardo Schele Stoller